La siguiente serie de novela web es una obra de ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales, es pura coincidencia.
Capítulo 1
Parte 1: ¿Quién me hizo una princesa?
—¿Qué debo hacer para que me ames? —preguntó Athanasia.
Con lágrimas corriendo por su rostro, miraba hacia arriba al hombre frente a ella. Su padre, el Emperador Claude, la observaba desde lo alto mientras ella se arrodillaba a sus pies.
—¿Debo parecerme más a Jennette? ¿Me amarías entonces? ¿Dirías mi nombre con el mismo afecto con el que dices el suyo? ¿O me mirarías con la misma calidez con que la miras a ella, si me esforzara más de lo que lo hago ahora…?
La encantadora Jennette era su bella medio hermana. Como si no bastara con arrebatarle la poca dignidad que le quedaba, también le había quitado a su padre. Athanasia estaba tan al borde de la desesperación que tuvo que pronunciar ese nombre y suplicar.
—¿Podrías, por favor, abrazarme en lugar de desecharme?
—Jamás haré tal cosa, ni siquiera el día que muera.
—¿Pero por qué?
El Emperador Claude no titubeó ni un segundo. No mostró ni una pizca de emoción ante la desesperación de su obediente hija.
—Pero, padre, yo también soy tu hija. He estado a tu lado mucho más tiempo que Jennette.
Athanasia reunió todo el valor posible para expresar esa primera y última súplica. Y aun así, su emperador, su padre, fue cruel hasta el final.
—Niña necia.
Su mano, que se aferraba a la pierna de Claude, cayó débil al suelo. Su feroz desprecio la envolvió, acompañado de una voz eternamente despiadada que perforó sus oídos.
—Jamás te he considerado mi hija.
Los ojos azules de Athanasia brillaron con una desesperación más profunda que cualquiera vista antes.
<Fragmento de Lovely Princess — Capítulo 8: Destino retorcido>
***
—¡¿Eh?!
Esto es una locura.
La escena de esa novela que de repente apareció en mi mente me impactó tanto que se me cayó el sonajero de las manos.
Vaya mal augurio. ¿Qué hace esa novela apareciendo de repente en mi cabeza?
Algún estudiante de secundaria la había dejado en un cibercafé donde solía trabajar.
Lovely Princess.
Un título cursi y una historia empalagosa, según recordaba.
¿Será porque tengo el mismo nombre que esa inútil princesa falsamente acusada de intentar envenenar a su media hermana? ¿Y que, en consecuencia, fue asesinada por su propio padre en su decimoctavo cumpleaños? Vaya mal augurio. ¡Fuera! ¡Vete! ¡Sal de mi cabeza ya!
—Ugh, otra vez no. ¿Por qué sigues tirando esto, niña torpe? —dijo una mujer que dormitaba en una silla cercana.
Parecía que el sonido del sonajero la había despertado. Y, como si hubiera estado esperando ese momento, enseguida empezó a regañarme. Yo, por supuesto, me quedé perpleja.
¿Qué quieres decir con que lo “sigo” tirando? ¡Ni siquiera lo solté tantas veces! Y, por cierto, ¡los bebés tiran cosas todo el tiempo!
—Deja de llorar tanto y juega tranquila con esto, ¿sí?
Eh… ese juguete estaba rodando por el suelo. ¿De verdad me lo devolviste sin limpiarlo? No sé si los estándares de higiene en este país son así de malos por naturaleza o si me tratan así porque soy una princesa rechazada. No puedo evitar pensar que es lo segundo… aunque me encantaría creer que no.
—¡Wah!
El sonajero volvió a caerse de mis manos.
Podré ser un bebé que apenas gatea, pero ¿no es esto un poco injusto?
La malvada mujer empezaba a mostrar una irritación más evidente conmigo.
—¿Por qué sigues haciendo esto? Estoy hasta el cuello de cosas que debo coser. Toma, te lo vuelvo a poner en la mano.
—Gu, gu.
¡No lo quiero! Primero, ya lo solté dos veces y está sucio. Segundo, ¡ni siquiera es de mi estilo! Podré tener el cuerpo de un bebé, ¿pero tienes idea de qué edad tengo mentalmente? ¡Claro que un sonajero no me resulta entretenido!
—¿Se habrá cansado de esto? —murmuró la mujer.
Inclinó la cabeza con curiosidad, luego me levantó, me recostó de nuevo en la cuna y salió de la habitación. Sabía que había ido a buscar a Madam Housekeeper.
Si vas a traer otro sonajero o algo así, mejor ni regreses. Por favor.
—Gu-gu, gaaa.
Me acomodé tranquila en la cuna y aparté la vista de la puerta. Bajo el móvil que giraba, vi un par de manitas blancas, suaves y regordetas.
Ahh… Va a tomarme tiempo acostumbrarme a esto.
Estoy segura de que me había quedado dormida después de tomar una pastilla para dormir…
Pero cuando desperté, me encontré en este cuerpo. ¿Cómo era posible? ¿Cómo había terminado convertida en un bebé, como en esas novelas de fantasía?
—¡Su Alteza!
¡Ah, ¿por qué esta mujer siempre hace esto?! ¿De verdad cree que está bien irrumpir en la habitación de un bebé sin avisar y gritarme todo el tiempo?
—Madam Housekeeper dice que el presupuesto está muy ajustado, así que juega con esto, ¿hmm?
La sirvienta me obligó a sostener el sonajero, se sentó de nuevo en su silla y empezó a coser.
—No voy a cargarte aunque llores. Estoy demasiado ocupada para eso.
Sus palabras fueron realmente despiadadas.
¡Soy un bebé! ¿De verdad piensas que un bebé entiende lo que dices? Waaah, ¡qué cruel!
Supongo que no todas las princesas nacen iguales. Renacer como una princesa rica era grandioso después de haber sido huérfana en mi vida anterior, pero… ¿por qué tuve que ser la princesa chivo expiatorio?
Waaah.
***
Había sido una huérfana.
Otra chica mayor del lugar me contó que me habían dejado envuelta en ropa vieja y desgastada frente a la puerta del orfanato.
Me enteré de esa verdad en febrero, antes de entrar a la primaria. Aquella chica tenía diecinueve años en ese entonces y estaba por abandonar el orfanato. La madre que me había abandonado ni siquiera me dio un nombre completo, así que el director buscó en la guía telefónica y eligió el nombre “Lee Ji-hye”.
Al oírlo por primera vez, lo tomé con calma. Había muchos otros niños como yo en el orfanato. Y, además, para ese momento ya era tarde para sentir la ausencia de una madre.
En un orfanato, un niño de ocho años ya no es considerado un niño.
En ese lugar abarrotado, tenía que enfrentarme todos los días con otros chicos en mi misma situación.
Así que cuando cumplí dieciocho —tan ingenua como era— me ilusionaba un poco con la idea de al fin liberarme de ese maldito lugar.
Pero la realidad resultó ser mucho más dura de lo que había imaginado. Aún más para una huérfana como yo, sin dinero, sin apoyo y sin educación.
Después de dejar el orfanato, no hubo nada que no intentara para ganarme la vida.
Lavé platos en un restaurante hasta llenarme de ampollas en las manos, y trabajé en un cibercafé que apestaba a cigarrillos.
Trabajé en una tienda de conveniencia y comí kimbap* caducado.
Lysander: *Arroz envuelto en alga, muchas veces relleno de carne o pescado.
Pulía autos en el autolavado bajo el sol abrasador hasta que me dio insolación, un recordatorio cruel de mi triste realidad.
Cómo deseaba haber podido estudiar, salir a citas y tener una vida normal como todo el mundo, pero mis circunstancias no me lo permitían. Pagar la renta mensual de una habitación individual y sombría ya superaba lo que podía afrontar, así que trabajaba hasta morir, sin la menor pausa para recuperar el aliento.
Vaya, en verdad no tengo sueños ni aspiraciones, pensé un día de invierno, temblando en mi cuarto helado sin calefacción.
Tenía que ir a trabajar temprano la mañana siguiente, pero hacía tanto frío que no pude conciliar el sueño en toda la noche. El verano era mejor en ese aspecto. A menudo temía morirme si me dormía en ese estado, y aquella noche llevaba ya varios días en los que el frío intenso me impedía dormir bien.
Al final, tomé pastillas para dormir que le había pedido al dueño del restaurante donde trabajaba. La somnolencia que comenzó a invadirme fue increíblemente dulce. Me imaginé que podría borrar todos los problemas y preocupaciones de mi vida.
Y cuando abrí los ojos, era una princesa.
***
—Ooh, guu, gaa.
Otro día de arrullos y balbuceos en la cuna. Era imposible saber cuánto tiempo había pasado, porque todo lo que hacía era comer, hacer popó y dormir.
De hecho, a veces aún me confundía y no sabía si esto era un sueño o la vida real.
—Nuestra preciosa Princesita Athanasia.
Lo único que me consolaba era que no todas las criadas eran tan bruscas como la que se molestaba cuando se me caía el sonajero.
Le sonreí con fuerza a la mujer que mecía mi cuna en ese momento. Era una joven de cabello castaño y ojos azules, una criada recién asignada a mis estancias.
¿Por qué yo, una princesa, solo tengo criadas y no niñera? *Snif* Otro “privilegio” de ser la princesa chivo expiatorio.
—Va a crecer grande y sana, Princesa, ¿verdad?
La primera vez que la vi, su belleza me dejó tan atónita que prácticamente babeé.
Se llamaba Lilian. Era el nombre perfecto para alguien cuya apariencia iba más allá de la elegancia y la ternura, como un ramo precioso de flores delicadas. Decidí llamarla Lily, en mi cabeza al menos.
No podía creer que una belleza tan frágil fuera mi criada.
Ja, me alegra haber renacido.
—Wua, baaa.
Pero una tristeza sutil y una mirada de anhelo se dibujaron poco a poco en el rostro de Lily cuando me miraba.
Ay, me parte el alma ver a una mujer tan bella con esa mirada triste.
Cada vez que Lily me miraba —y lo hacía con bastante frecuencia— algo cruzaba por su mente que le provocaba esa expresión.
No me mires así, Lily. Estás más bonita cuando sonríes.
—Oh, cielos. Ya es hora de que duermas, Princesa.
Moví los bracitos protestando por lo que dijo Lily.
El sol todavía está alto. ¿Cómo que es hora de dormir? Juega conmigo un rato más, ¿eh? Estoy aburrida aquí.
—No, Su Alteza. Tiene que comer bien y dormir bien para que pronto se convierta en una dama.
Mis intentos de rebelión fueron inútiles. Confortada por su toque suave, comencé a arrullar, y Lily me sonrió dulcemente otra vez.
Entonces, alguien llamó a Lily desde fuera de la habitación.
—¡Lilian!
Esa mujer siempre grita así. Soy una bebé pequeña y frágil. Me asusto con facilidad, ¿no lo sabes?
Incluso Lily se sobresaltó por ese comportamiento sin sentido y se encogió un segundo. Aun así, siguió acariciándome el pecho con cuidado, por si acaso me había asustado. El gesto me conmovió un poco.
—Vuelvo enseguida, Princesa.
Le hice un gesto con la mano para indicarle que la vería más tarde.
Cuando me quedé sola, me acosté boca arriba sin hacer nada, mirando el techo y todo a mi alrededor. La araña lujosa y los detalles intrincados del techo aparecían, como siempre. Pero al girar la vista un poco hacia un lado, algunos muebles y adornos brillantes llamaron mi atención.
Cada vez que los veía, me preguntaba si serían oro de verdad.
Tendré que intentar morderlos cuando me salgan los dientes. Es decir, si sigo viva para entonces.
De pronto, mi cuerpo se estremeció al pensar otra vez en los rumores sobre el hombre al que decían que era mi padre. Lo único que sabía de él era lo que había escuchado por encima cuando las criadas venían a limpiar mi habitación.
Ciertamente parecía ser un tipo aterrador.
Traducción: Lysander